Tengo suficiente,
pues he tenido al Salvador, esperanza de los justos,
en mis brazos anhelantes.
¡Tengo suficiente!
Lo he visto,
mi fe ha estrechado a Jesús en mi corazón,
y hoy mismo quisiera
partir de aquí con alegría.
Tengo suficiente.
Mi único consuelo es,
que Jesús sea dueño de mi ser, y yo su amoroso siervo.
Lo anhelo por la fe,
y veo ya, como Simeón,
la alegría de esa vida.
¡Vayamos con el Señor siempre!
¡Ay, si de las cadenas de mi cuerpo
me librara el Señor!
¡Ay! Si fuera ahora el momento del adiós,
con alegría, al mundo, le diría :
Tengo suficiente.
¡Cerraos hoy mis cansados párpados,
caed suaves y felices!
Mundo, no me quedo más aquí,
ya nada tengo contigo
que pueda servir para mi alma.
Aquí debo padecer miseria,
pero allá con mi amor Jesús gozaré
de dulce paz y tranquilo reposo.
¡Dios mío! ¿Cuándo llegará la bella hora,
para que me vaya en paz
y descanse en la arena de la fresca tierra,
y allá contigo en tu seno?
Ya me he despedido,
¡mundo, buenas noches!
Me alegrará mi muerte,
¡ah, si fuera ahora mismo!
Entonces escaparía de todas las angustias
que aún me atan en el mundo.
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