miércoles, 12 de julio de 2017

La tumba de Tullia hija de Cicerón.

                                                                         



Un hallazgo arqueológico ocurrido por accidente en el siglo XV, en la Vía Apia de Roma transportó durante un tiempo a la ciudad al maravilloso pasado histórico revelando las maravillas del mundo antiguo. Se encontró una lámpara encendida en una tumba, se creía que la tumba pertenecía a Tulliola, la hija de Cicerón, que murió en el año 44 AC. La lámpara que iluminó la bóveda sellada durante 1550 años fue extinguida cuando fue expuesta al aire. Un líquido transparente cubría el cuerpo de una joven muy bella en perfecto estado de conservación. Bartolomé Fonzio, que era un erudito renacentista y profesor de literatura en la Universidad de Florencia sitúa este acontecimiento en abril de 1485 y otros autores lo centran en 1540, durante el Papado de Pablo III.

Daniele da San Sebastiano, en una carta fechada en 1485, dice...
"En el curso de las excavaciones que se hicieron en la vía de Appian, para encontrar piedras y mármoles, tres tumbas de mármol se han descubierto durante estos últimos días, hundidos doce pies bajo tierra. Se trataba de Terentia Tulliola, hija de Cicerón; El otro no tenía epitafio. Una de ellas contenía una joven, intacta en todos sus miembros, cubierta de pies a cabeza con una capa de pasta aromática de una pulgada de espesor. Al retirar este revestimiento, que creemos compuesto de mirra, incienso, áloe y otras drogas inestimables, apareció una cara tan hermosa, tan agradable, tan atractiva que, aunque la muchacha había muerto ciertamente mil quinientos años , Parecía haber sido postrada para descansar ese mismo día. Las gruesas masas de pelo, recogidas en la parte superior de la cabeza en el estilo antiguo, parecían haber sido peinadas entonces y allí. Los párpados podían abrirse y cerrarse; Las orejas y la nariz estaban tan bien conservadas que, después de estar dobladas a un lado u otro, volvieron instantáneamente a su forma original. Presionando la carne de las mejillas el color desaparecería como en un cuerpo vivo. La lengua se podía ver a través de los labios rosados; La articulación de las manos y los pies aún conservaba su elasticidad. El conjunto de Roma, hombres y mujeres, al número de veinte mil, visitó la maravilla de Santa María Nova ese día. Me apresuro a informarles de este acontecimiento, porque quiero que entiendan cómo los antiguos cuidaron de preparar no sólo sus almas, sino también sus cuerpos para la inmortalidad. Estoy seguro de que si tuvieras el privilegio de contemplar esa hermosa cara joven, tu placer habría igualado tu asombro.

                                                                       
                                                        Tullia hija de Cicerón (ficción)


El acontecimiento causó tanta impresión en Roma que decenas de miles de personas salieron a las calles para ver el cuerpo. Durante un par de días fue el tema de conversación y asombro en la ciudad. Incluso llegaron a pintar un retrato de ella. Dos días después de que se encontró el cadáver, las autoridades romanas ordenaron que lo trajeran de regreso a la ciudad, en medio de una vasta multitud de personas, la joven fue expuesta de nuevo en exhibición. Otro escritor señaló, "es como si fuese una procesión que al subir esa colina ofrecen indulgencias y perdón de los pecados" tan grande es la multitud, especialmente de  mujeres, que son atraídos para contemplar a la joven muerta.

Bartolomeo Fonzio, erudito del Renacimiento y profesor de literatura en la Universidad de Florencia escribió a un amigo.
Expondré este asunto en orden: algunos obreros estaban cavando los cimientos de las tumbas en busca de mármol en la Via Appia a seis millas fuera de Roma. Por accidente habían destruido un arco frontal con ladrillos por todos sus lados de unos diez metros cuando se encontraron con un rectángulo de mármol, al abrirlo, encontraron un cadáver cubierto por una corteza transparente fragante de dos pulgadas de espesor. Asimismo todo el interior del ataúd había sido impregnado con la misma corteza fragante una especie de yeso transparente. Cuando la corteza fue quitada, se pudo ver mas claramente la cara de una joven, era algo pálida y como si hubiera sido enterrada ese mismo día. Su cabello largo y oscuro y firmemente fijo en el cuero cabelludo, se reunieron en un nudo y dividido en trenzas dobles de manera infantil, todo cubierto por una redecilla de seda entretejida con oro. Tenía orejas pequeñas, una frente noble, cejas oscuras, los ojos bien formados y brillantes. La nariz estaba intacta y de aspecto muy suave. Los labios eran un rojo pálido, los dientes pequeños y blanca como la nieve, la lengua desde el techo de la boca todo escarlata. Las mejillas, mentón y garganta parecían las de una persona viva. Los brazos colgaban de la totalidad de los hombros . Las manos blancas y perfectas, los dedos redondeados se estrechaban como translúcidos clavos de oro y tan firmemente fijos que ellos no podrían ser rasgados de las articulaciones. Su pecho, estómago y vientre eran igualmente hermosos y aparecían blancos, cuando apartaron la corteza transparente. La nuca del cuello, la espalda y nalgas retuvo su posición y forma y aspecto elegante. La belleza de sus caderas, muslos, espinillas y pies además daba la impresión de una persona viva. esta joven que había vivido cuando Roma estaba en su mejor momento parecía una muchacha muy bella y noble"."Sólo desearía poder hacer justicia en palabras a la belleza y atractivo del cadáver, lo cual parecería asombroso para la posteridad y bastante increíble si no fuese el testimonio de toda la ciudad".

                                                                           
                                                                 Marco Tulio Cicerón


Antonio di Vaseli, en su diario dice, que también vio y se maravilló de la belleza y el estado de conservación de la joven, era como si la hubiesen puesto en ese mismo momento en el féretro, añadiendo que "debe ser una joven ilustre, porque sólo a una persona noble y rica podían permitirse ser enterrado en un sarcófago tan costoso repleto de ungüentos preciosos"
El diario de Antonio di Vaseli:

"Hoy día, 19 de abril de 1485, llegó la noticia a Roma de que un cuerpo enterrado hace mil quinientos años había sido encontrado en una granja de Santa María Nova, en la Campagna, cerca del Casale Rotondo... (P. 49.) Las autoridades de Roma se trasladaron a Santa María Nova comprobando el hecho, y dispusieron una compañía de hombres para el transporte del cuerpo a la ciudad. El cuerpo se ha colocado para la exposición en el palacio de Conservatori, y los pricipales de la ciudad y la nobleza han ido a verla. El cuerpo parece estar cubierto con una sustancia glutinosa, una mezcla de mirra y otros ungüentos preciosos, que atraen enjambres de abejas. Dicho cuerpo está intacto. El pelo es largo y grueso; Las pestañas, los ojos, la nariz y las orejas son impecables, así como las uñas. Parece ser el cuerpo de una mujer, de buen tamaño; Y su cabeza se cubre con un casquillo ligero del hilo de oro tejido, muy hermoso. Los dientes son blancos y perfectos; La carne y la lengua conservan su color natural; Pero si la sustancia glutinosa es lavada, la carne se ennegrece en menos de una hora. Mucho se ha cuidado en la búsqueda de la tumba en la que se encontró el cadáver, con la esperanza de descubrir el epitafio, con su nombre; Debe ser ilustre, porque nadie más que una persona noble y rica podría permitirse ser enterrado en un costoso sarcófago lleno de preciosos ungüentos.

Otro misterio es  ¿qué pasó con la lámpara perpetua que alumbraba el sarcófago de Tullia? ¿qué pasó con el cuerpo después de que fue trasladada a Roma? Algunos informes indican que el Papa Inocencio VIII, quizás molesto por toda la atención que estaban poniendo a este cadáver, ordenó a los funcionarios de la ciudad llevarse el cuerpo secretamente y enterrarlo fuera de las murallas de la ciudad. Otra versión explica que el cuerpo sólo fue arrojado al río Tíber.
                Sobre la lámpara encontrada, en otro momento agregaré una lista de lámparas perpetuas reconocidas a lo largo de la historia. Los alquimistas saben mucho de todas estas cosas, en los tesoros ocultos del Vaticano hay mucha historia y misterio.
                Es una pena que se pierda en la memoria y no poder contemplar el cuerpo de esta joven en la actualidad; si se conservó 1500 años, se supone que se hubiese podido conservar otros mil años más con los cuidados apropiados. Para muchas personas que visitan Roma que contemplan la iglesias mas bellas de la ciudad y admiran las pinturas de Caravaggio y las esculturas de Bernini y demás genios italianos, sería una experiencia emocionante poder contemplar el cuerpo de la hija de Cicerón la bella Tullia.
¿O la mejor opción sería la que tomó el Papa Inocencio VIII? dar cristiana sepultura a la joven Tullia para su descanso eterno. Esa es la duda.
Yo me quedo con esta última.




                                                                       
                                                              Servius Sulpicius Rufo

XXVII. Carta de Servius Sulpicius Rufo a Cicerón (En Astura) Atenas (marzo)
Cuando recibí la noticia de la muerte de tu hija Tullia, me sentí tan afligido y apenado por encontrarme tan lejano de vosotros y tan afligido sin poder tener consuelo mutuo de todos vosotros, y lo he sentido como una calamidad de la cual comparto como si fuese propia. Pues si yo estuviera en casa, no habría dejado de estar ni un solo momento a tu lado, y poder mostrar que mi pena se presente cara a cara contigo. Este tipo de consuelo en las relaciones y amigos implica mucha angustia y dolor, y mutuamente se consuela igualando y compartiendo el dolor. No es posible contener las lágrimas y la pena, de modo que parecen requerir un consuelo en lugar de ser capaces de permitirlo a los demás. Sin embargo, he decidido para tu beneficio mostrar brevemente los pensamientos que se me han ocurrido, no porque que no te sean conocidos, sino porque vuestra tristeza puede impedirles que os lleguen vivamente.

¿Por qué una pena tan cruel puede agitarnos tan profundamente? Piensa cómo la fortuna nos ha tratado a nosotros hasta ahora. Reflexiona por que nos arrebatan lo que no debe ser menos querido a los seres humanos que a sus hijos-país, honor, rango, toda distinción política. ¿Qué herida adicional a los sentimientos puede ser infligida por esta pérdida en particular? ¿O dónde está el corazón que no debería hacer perder toda sensibilidad y aprender a considerar todo lo demás como de menor importancia?  ¿Cuántas veces has recurrido al pensamiento -y muchas veces me ha parecido la misma idea- que en épocas como esta está lejos de ser el peor destino al que se le ha concedido cambiar la vida por una muerte sin dolor? Ahora, ¿qué hay en tal época que puede tentarnos grandemente a seguir viviendo? ¿Qué alcance, qué esperanza, qué consuelo de corazón? ¿Que pasara por la vida con un marido joven y distinguido? ¡Cómo es imposible que un hombre de su rango seleccione de la generación actual de jóvenes un yerno, a cuyo honor se podría considerar seguro al confiar en su hijo! ¿Acaso podía tener hijos para animarla con la vista de su vigorosa juventud?  ¿Cuál sola de estas perspectivas no se ha quitado antes de que se diera? Pero, se dirá, después de todo es un mal perder a los hijos. Sí, es: sólo es peor soportar y someterse al estado actual de las cosas.
Quiero mencionarle una circunstancia que no me ha dado ningún consuelo común, en la oportunidad de que también sea capaz de disminuir el dolor. En mi viaje desde Asia, mientras navegaba desde Egina hacia Megara, empecé a examinar las localidades que estaban a cada lado de mí. Detrás de mí estaba Ægina, delante de Megara, a mi derecha Piræus, a mi izquierda Corinto: ciudades que en otro tiempo eran más florecientes, pero ahora se encuentran ante mis ojos en ruina y decadencia. Comencé a reflexionar a mí mismo así: "¡Hah! ¿cuántos pueblos se encuentran sin destino y en una ruina indefensa? Por favor, Servius, recordemos constantemente que todos los hombres hemos nacidos mortales "Créeme, que siempre he estado fortalecido por esta reflexión. Ahora tómate la molestia, si está de acuerdo conmigo, para poner estos pensamientos ante sus ojos. No hace mucho, todos los hombres más ilustres perecieron de golpe: el imperio del pueblo romano sufrió esa gran pérdida: todas las provincias fueron sacudidas hasta sus cimientos. Si te has vuelto más pobre por el frágil espíritu de una pobre muchacha. Si ella no hubiera muerto ahora, tendría que morir como todos nosotros dentro de unos años, porque era mortal. Tú también retiras el alma y el pensamiento de tales cosas, y más bien recuerda aquellas que se convierten en la parte que has jugado en la vida: que ella vivió mientras la vida tuviera algo que darte; Que su vida sobrevivió a la de la República; Que vivió para verte, a su propio padre, presbítero, cónsul y augurio; Que se casó con jóvenes del más alto rango; Que había disfrutado de casi todas las bendiciones posibles; Que, cuando cayó la República, se alejó de la vida. ¿Qué culpa tienes tú o ella por encontrar la fortuna en este mundo romano? No olvides que eres Cicerón y un hombre acostumbrado a instruir y aconsejar a otros; Y no imitáis a los malos médicos, que en las enfermedades de otros profesan entender el arte de sanar, pero no pueden prescribir para sí mismos. Más bien, sugiérete a ti mismo y trae a tu casa y a tu mente las mismas máximas que está acostumbrado a impresionar a los demás. No hay tristeza más allá del poder del tiempo para disminuir y suavizar: es una reflexión sobre ti que debe esperar este período, y no anticipar ese resultado con la ayuda de tu sabiduría. Pero si hay alguna conciencia que exista en el mundo, tal era su amor por ti y su afecto obediente por toda su familia, que ciertamente no desea que actúes como estás actuando.¡Conceda esto a ella, su perdida! ¡Dale a tus amigos y compañeros que lloran contigo en tu dolor! Concede a tu país, que si surge la necesidad, ella puede tener el uso de tus servicios y consejos.
Finalmente, puesto que la fortuna nos reduce a la necesidad de tomar precauciones sobre este punto, no permitas que nadie piense que no estás de luto tanto por tu hija como por el estado de los asuntos públicos y la victoria de los demás. Me avergüenza decirte algo más sobre este tema, para que no parezca desconfiar de su sabiduría. Por lo tanto, solo haré una sugerencia antes de terminar mi carta. Te hemos visto en muchas ocasiones con una noble dignidad que siempre ha enriquecido mucho tu fama: ahora es el momento para que nos convenzas de que eres capaz de soportar la mala fortuna igualmente bien, y que no te parezca ser una carga más pesada de la que debieras soportar. No quisiera que esta fuera la única de todas las virtudes que no posees.
Por lo que a mí respecta, cuando me sepa de que tu mente está recuperada, te escribiré un relato de lo que está sucediendo aquí y de la condición de la provincia.
Adiós.






Lámparas alquímicas: Isis sin velo tomo I capítulo 8.


Seguidamente presento lo que H. P. Blavatsky dice en Isis Sin Velo Tomo I capítulo 8 acerca de las lámparas alquímicas. H. P. Blavatsky como todo sabemos es una prolífica autora que no tenía muchas simpatías por el cristianismo, pero eso no quita que lo que expone sobre las lámparas alquímicas sea muy interesante.


Así se explica, por ejemplo, que no tenga crédito en 1876 el testimonio dado en 1731 acerca de un hecho ocurrido durante el pontificado de Paulo III. Si a los científicos se les dice que los romanos mantenían encendidas por muchos años las lámparas sepulcrales, alimentadas con la oleaginosidad del oro, y que una de estas lámparas se encontró ardiendo todavía al cabo de mil quinientos cincuenta años409 en la tumba de Julia, hija de Cicerón, no querrán creerlo hasta convencerse por sus propios ojos de la posibilidad del hecho, con lo que también pueden recusar el testimonio de los filósofos antiguos y medioevales.
               Les parecerá asimismo sospechosa la resurrección de los fakires después de treinta días de haber sido enterrados vivos, y tendrán por patraña el hecho de que algunos lamas se infieran heridas de mortal apariencia hasta el punto de enseñar las entrañas, y sin embargo, se las curen casi instantáneamente. No es extraño que las gentes recelosas del testimonio de sus propios sentidos, en cuanto a fenómenos realizados en su mismo país, repugnen los relatos de los viajeros y las narraciones contenidas en obras clásicas; pero no se concibe la terquedad de las Academias, que después de las lecciones recibidas persisten en ofuscar sus dictámenes con palabras enemigas de la verdadera ciencia.
                La magia puede replicar a los científicos con la voz de Dios que le decía a Job desde el torbellino: “¿En dónde estabas tú cuando 408 Wallace. – Memoria leída ante la Sociedad Dialéctica, en 1871: Réplica a Hume. 409 “Filólogoç” Bayley. – 2ª edición. H. P. Blavatsky Isis Sin Velo Tomo I 229 eché los cimientos de la tierra? Responde si comprendiste. Y ¿quién eres tú para atreverte a decir a la naturaleza: de aquí no pasarás?” Pero nada importa que nieguen, porque ni aun cuando su escepticismo fuese mil veces más mordaz, impedirían la efectuación de fenómenos en todos los ámbitos del mundo, y seguirán los fakires levantándose de sus temporáneas tumbas y los lamas no tendrán reparo en herirse y mutilarse el cuerpo sin dolor y continuarán ardiendo perpetuamente las lámparas de los sepulcros indos, japoneses y tibetanos.
                Tampoco dejarán por ello de servir de testimonio las maravillas presenciadas en Egipto por el capitán Lane, los experimentos de Napier y Jacolliot, en Benarés, y las levitaciones de personas en pleno día410. Entre las tachadas de quimeras alquimistas se encuentran las lámparas perpetuas411 de cuya autenticidad podemos dar personal testimonio. Tal vez alguien pregunte en qué nos fundamos para afirmar la perpetua ardencia de estas lámparas, puesto que sólo nos fué posible examinarlas durante tiempo limitado; pero a esto responderemos que afianza nuestra afirmación el conocimiento de la ley natural aplicable a este caso, aparte de la manera de construirlas y de los ingredientes empleados en el combustible de alimentación. Por lo que toca a las explicaciones del lugar y modo de adquirir este conocimiento, será preciso que los críticos se tomen para ello el trabajo que nos tomamos nosotros.
                  Conviene advertir, sin embargo, que ninguno de los ciento setenta y tres autores que trataron de este asunto afirmó la duración eterna de las lámparas, sino su duración por tiempo indefinido, que en algunos casos alcanzó a muchos siglos; pues si hay ley natural que permita la ardencia de una lámpara durante diez años, sin necesidad de alimentarla, asimismo, por virtud de la propia ley, puede seguir ardiendo cien mil años412. 410 Véase en el glosario la explicación de la palabra Ethrobacia. 411 El misionero inglés Mateer refiere haber visto una de estas lámparas en el templo de Trevandrum (reino de Travancore, India meridional). Dice que en el interior del templo hay un profundo pozo al que anualmente se echan valiosos tesoros, y en otro paraje del mismo templo hay una gruta en cuyo recinto arde una lámpara de oro encendida ciento veinte años atrás.
                   El misionero anglicano refiere el hecho sin comentario, pero los misioneros católicos lo atribuyen, como es de suponer, a diabólicas artes. Además , el abate Huc, así como otros viajeros que lograron simpatizar con los lamas, pudieron examinar detenidamente dichas lámparas. 412 De los 173 autores que atestiguan la existencia de lámparas que arden sin renovación de combustible, mientras no se estropeen por accidente, citaremos los que siguen: Clemente de Alejandría, Hermolao, Barbaro, Apiano, Plinio, Buratino, Citesio, Celio, Focio, Costeo, Casalio, Cedreno, Delrio, Ericio, Gesner, Jacobono, Leandro, Libavio, Lacio, Pico de la Mirandola, Filaleteo, Liceto, Maiolo, Maturancio, Luis Vives, Volaterano, Porta, Pancirolo, Ruscelio, Escardonio, Paracelso, Solino, Kircher y Alberto el Magno. H. P. Blavatsky Isis Sin Velo Tomo I 230.

Los egipcios, padres de la química se atribuyen la invención de estas lámparas, no sin fundamento, pues en dicho país fué mucho más frecuente su empleo a favor de su religiosa creencia en que el alma astral del difunto vagaba alrededor de la momia durante los tres mil años del cielo de necesidad, ligada por el hilo magnético que sólo podía romper su propio esfuerzo, y así confiaban los supervivientes en que la siempre encendida lámpara, símbolo del incorruptible é inmortal espíritu, favorecería la ruptura de los lazos que sujetaban al alma astral a los mortales despojos y la impelería a reunirse con el divino Yo. Generalmente se colocaban estas lámparas en los sepulcros de las familias acomodadas, y dice Liceto que en su época se encontraron encendidas al abrir las tumbas, pero se apagaban al punto a consecuencia de la profanación.
                Tito Livio, Buratino y Schatta 414 refieren el hallazgo de muchas lámparas en los subterráneos de Menfis. Por su parte nos dice Pausanias que en el templo de Minerva, de Atenas, había una lámpara, obra maestra de Calímaco, que ardía todo el año. Plutarco afirma 415 que en el templo de Júpiter Amón vio otra lámpara que, según le aseguraron los sacerdotes, ardía durante años enteros, a pesar del viento y de la lluvia. San Agustín menciona también otra lámpara existente en el templo de Venus, que ofrecía las mismas singularidades. Kedreno, dice a su vez que en Edessa se encontró una lámpara oculta en el vano de una puerta, que estuvo ardiendo durante quinientos años. Pero de todas estas lámparas, la más prodigiosa es la que, según refiere Olivio Máximo de Padua, se encontró cerca de Ateste y que Escardonio describe en los términos siguientes: “En una urna de alfarería estaba contenida otra menor y dentro de ésta ardía una lámpara que con un licor purísimo encerrado en dos frascos, uno de oro y otro de plata, por todo alimento, mantenía su luz durante 1.500 años. Los frascos pasaron para su custodia a manos de Francisco Maturancio, quien los estima de subidísimo precio”416.
                Dando de mano a exageraciones y prescindiendo de la gratuita negación de la ciencia moderna acerca de la posibilidad de estas lámparas, cabe preguntar si en el caso de haberse conocido en la época de los “milagros”, debe distinguirse entre las encendidas ante los altares cristianos y las que ardían ante las imágenes de Júpiter, Minerva y otras divinidades paganas. Según algunos teólogos, las lámparas de los altares cristianos tenían virtud milagrosamente divina, al paso que las paganas debían su luz a los artificios del diablo, y en estas dos agrupaciones se clasificaban las lámparas, según dicen Kircher y Liceto. La de Antioquía, que durante 1.500 años ardió al aire libre en la plaza pública, sobre la puerta de una iglesia, se mantenía, al decir de los teólogos, por 413 El Salmo CV de David, vers. 23, habla de la “Tierra de Ham” (vkc, Chem, chmi), de donde se derivan los nombres de alquimia y química. 414 Œdipi Ægyptiaci Theatrum Hieroglyphicum, 544. 415 Defectu oraculorum. 416 Libro I. – Clase 3ª, cap. último. H. P. Blavatsky Isis Sin Velo Tomo I - 231 el poder de Dios que había dado perpetua luz a tan infinito número de estrellas, mientras que las lámparas paganas, según asevera San Agustín, eran obra del demonio que trata de engañar al hombre por diversidad de medios; como si nada fuese más fácil para Satanás que deslumbrar con un relámpago de luz o una brillante llama a quienes entran por vez primera en una cripta sepulcral.
                Así lo aseguraba el vulgo de los cristianos cuando en el reinado de Paulo III, al abrir una tumba de la vía Apia, se encontró el cadáver de una doncella flotante sobre un terso licor que la había preservado de la corrupción hasta el punto de aparecer como dormida. A los pies del cadáver ardía una lámpara que se apagó al abrir la tumba, de puya inscripción pudo colegirse que el enterramiento era de la hija de Cicerón, muerta 1.500 años antes 417. Niegan los químicos la posibilidad de las lámparas perpetuas, alegando que toda combustión requiere consumo de combustible; pero los alquimistas replican diciendo que no siempre el fuego procede de las combustiones químicas, pues hay substancias que no sólo resisten la ardencia de la llama sin consumirse, sino que ni aire ni agua las extinguen. El autor de un tratado de química, impreso en 1700 con el título de Nekrokjleia, refuta las afirmaciones de los alquimistas, y aunque niega la posibilidad de las lámparas perpetuas, se inclina a creer que ardan algunas durante siglos.
                Por otra parte, tenemos el testimonio de multitud de alquimistas cuya prolongada experiencia les convenció de la posibilidad del fuego perpetuo. Conocieron los alquimistas preparaciones especiales de oro, plata y mercurio, de índole parecida a las de nafta, petróleo y otros minerales combustibles, así como los aceites de alcanfor y de ámbar, el amianto (lapis asbestos), el ciprio (lapis carystius) y el creteo (linum vivum), que emplearon como combustibles de las lámparas perpetuas. Según los alquimistas, el oro es el mejor pábulo por su maravillosa llama, aparte de que entre todos los metales es el que menos se gasta al fundirse y reabsorbe su misma destilación aceitosa, según va ésta exhalándose, para alimentar de tal suerte su propia llama. Aseguran los cabalistas que Moisés aprendió este secreto de los egipcios y que la lámpara del tabernáculo era perpetua, según se infiere del siguiente pasaje: Manda a los hijos de Israel que te traigan el aceite más puro de los árboles de olivas, sacado a mortero, para que arda siempre la lámpara 418.
                También niega Liceto que las lámparas perpetuas contuvieran preparaciones metálicas, pero en cambio dice en la misma obra que un compuesto de mercurio, filtrado siete veces por arena blanca puesta al fuego, sirvió para fabricar lámparas que ardían continuamente. Por otra parte, tanto Maturancio como Citesio afirman que este resultado puede obtenerse por procedimientos químicos, pues el licor de mercurio fué 417 La ampliación de este relato se halla en la obra de Erasmo Francisco, quien la tomó de Flomero, Pancirolo y otros. 418 Éxodo, XXVII, 20. H. P. Blavatsky Isis Sin Velo Tomo I 232 ya conocido de los alquimistas, que le dieron los nombres de aqua mercurialis, materia metallorum, perpetua dispositio, materia prima artis y oleum vitri 419. El asbesto llamado Asbestov (inextinguible) por los griegos, es una piedra que, según dicen Plinio y Solino, no puede apagarse una vez encendida. San Alberto Magno la describe diciendo que es del color del hierro y se la encuentra principalmente en Arabia, cubierta de una capa oleaginosa apenas perceptible, que se inflama en cuanto se le acerca una luz. Los químicos han intentado en vano extraer dicho aceite del asbesto, pero de ello no cabe inferir que la operación sea imposible, y si se lograra no habría duda alguna de si dicho aceite puede dar llama continua. Justamente se vanagloriaron los antiguos de poseer este secreto, por cuanto en nuestros mismos días han obtenido el mismo resultado algunos experimentadores.
                 Dicen unos químicos que el líquido 419 Tritenheim y Korndorf dieron las siguientes recetas para la confección de los combustibles perpetuos que habían preparado: 1.º Se toman cuatro onzas de sulfuro y alumbre y se subliman en flores hasta dos onzas. Añádase una onza de polvo de borax cristalino de Venecia y sobre estos ingredientes se vierte espíritu de vino muy rectificado, para que se dirigieran en él. Se evapora después en frío y se repite la operación hasta que puesto el sulfuro sobre un plato de bronce se ablande como cera sin despedir humo. Así se obtendrá el pábulo. En cuanto al pabilo se prepara como sigue: Tómense hebras de amianto del grueso del dedo del corazón y largo del meñique y pónganse en un vaso de Venecia recubriéndolas con el pábulo. Déjese el vaso durante 24 horas dentro de arena lo bastante caliente para que el pábulo hierva todo este tiempo, y una vez embadurnado así el pabilo se le pone en un vaso de forma de concha, de manera que el extremo de las hebras sobresalga de la masa del pábulo. Colóquese entonces el vaso sobre arena caliente para que, derretido el pábulo, se impregne el pabilo y una vez encendido éste arderá con llama perpetua que se podrá llevar a cualquier sitio. 2.º Tómese una libra de salis tosti y viértase sobre ella vinagre fuerte de vino. Concéntrese después hasta que tome consistencia el aceite, y se echa entonces en vinagre fresco donde se macera, y luego se destila repitiendo la operación por cuatro veces consecutivas. Se pone después en este vinagre una libra de vitr. antimonii subtilis lœvigat y todo ello se coloca en un vaso cerrado puesto sobre la ceniza por espacio de seis horas, al cabo de las cuales se extrae la tintura, se decanta el licor, se deja enfriar, se extrae de nuevo y se repite la operación hasta sacar todo el color encarnado. Se concentran los extractos hasta que tomen consistencia oleaginosa y se rectifican al bañomaría. Tómese después el antimonio de que se ha extraído la tintura y redúzcase a polvo sutilísimo que se pone dentro de un recipiente de vidrio. Viértase encima el aceite rectificado, que ha de concentrarse y destilarse siete veces, hasta que el polvo haya embebido todo el aceite y quede enteramente seco. Se extrae otra vez con espíritu de vino y se repite la operación hasta que desaparezca toda la esencia. Póngase entonces en un matraz de Venecia, dispuesto para el caso con papel quíntuplo, destílese hasta desaparecer la esencia y quedará en el fondo un aceite inconsumible que puede arder con un pabilo como el sulfuro antes descrito. Libavio, comentador de Tritenheim, dice sobre el particular: “Estas son las luces eternas de Tritenheim, que si bien no tan fijas como la de nafta, pueden auxiliarse unas con otras de modo que aunque la nafta no tenga tanta duración al arder porque exhala y deflagra, da llama perpetua si se le añade jugo de amianto.
                He visto una lámpara así preparada que, según se nos aseguró, fue encendida el 2 de Mayo de 1871 y aún seguía ardiendo.” Como el experimentador es digno de toda confianza y muy perito en la indagación hermética, no hay motivo alguno para dudar de sus aseveraciones. H. P. BLAVATSKY Isis Sin Velo Tomo I 233 extraído de la piedra en sus pruebas es de consistencia acuosa más bien que oleaginosa, incapaz de combustión, al paso que otros aseguran que tan pronto como dicho líquido se exponía al aire libre quedaba tan espeso que difícilmente se liquidaba y al encenderlo otra vez se convertía en humo sin dar llama. En cambio, las lámparas de los antiguos ardían con pura y brillante llama sin la más mínima traza de humo. Kircher indica la posibilidad de extraer y purificar dicho aceite, aunque por lo difícil de la operación cree únicamente que pueden llevarla a cabo los adeptos superiores de la alquimia.
                Luis Vives refuta la opinión de San Agustín en cuanto a los artificios del diablo y demuestra que las operaciones mágicas, por estupendas y prodigiosas que parezcan, son resultado de la industria humana y del profundo estudio de los secretos de la naturaleza. Por otra parte, Podocataro tenía una tela fabricada con otra especie de asbesto que Porcacio dice haber visto en casa de aquél. Plinio llama a esta clase de tela linum vinum, y también lino de la India, diciendo que se fabrica con una especie de lino (asbeston o asbestinum), que una vez tejido puede limpiarse con sólo echarlo en el fuego. Añade este autor que el asbesto es tan valioso como las perlas y los diamantes, porque además de su escasez resulta de muy difícil textura a causa de sus cortas fibras. Una vez aplanado con un martillo se le macera en agua caliente, y luego de secó pueden hilarse y tejerse sus fibras como las del lino. Plinio asegura haber visto muchas telas fabricadas de esta materia y presenciado un experimento en que se las limpió por medio del fuego. También dice Porta que cierta señora cipriota, residente en Venecia, tenía una tela de esta clase y califica de secretum optimum estas manipulaciones alquímicas. En su descripción de las curiosidades del Colegio Gresham, en el siglo XVII, dice el doctor Grew que se perdió el procedimiento textil de las telas de asbesto; pero esto no parece probable por cuando en el Museo Septalio hay hilos, cuerdas, laminillas y otras labores de asbesto correspondientes al año I726, y algunos de dichos objetos los elaboró el mismo Septalio, según afirma Greenhill, quien dice a este propósito: “Parece opinión de Grew que el lapis asbestinus y el amianthus son una misma materia, y la llama piedra filamentosa porque su masa está compuesta de hilos paralelos, de un cuarto de pulgada a pulgada de longitud, tan lustrosos y finos como los del capullo de seda y tan flexibles como los del lino o del cáñamo. El secreto no se ha perdido enteramente, pues todavía se guarda en algunos monasterios budistas de la China y del Tibet. En un convento de religiosas talapinas vimos una túnica amarilla, por el estilo 420 Comentarios a La ciudad de Dios, de San Agustín. 421 Caballero cipriota, autor de Cosas de Chipre, 1566. 422 Libro de los antiguos funerales. 423 Greenhill. – Arte de embalsamar, 361. H. P. Blavatsky Isis Sin Velo Tomo I 234 de las de los monjes budistas, que al cabo de dos horas de estar en un gran brasero la sacaron tan limpia como si la hubiesen lavado con jabón. Después de numerosos ensayos se le han podido dar a esta materia diversas aplicaciones industriales, entre ellas la de telas incombustibles, uno de cuyos principales centros de comercio es Nueva York, que suministra el mineral en haces parecidos a madera seca. La variedad más fina de asbesto es la que los antiguos llaman ámíantoç (inmaculado) a causa de su blanco y sedoso lustre. También hacían los antiguos el pabilo de las lámparas perpetuas con la piedra lapis carystius, muy abundante en la ciudad de Carystos, cuyos habitantes, según dice Mateo Radero, bataneaban é hilaban esta piedra filamentosa para tejer mantos, manteles y otras prendas por el estilo, que se echaban al fuego para limpiarlos cuando estaban sucios, en vez de lavarlos con agua. Pausanias y Plutarco aseguran que de esta piedra se fabricaban los pabilos de las lámparas; pero dice el segundo que en su tiempo ya no se encontraban piedras de asbesto. Liceto opina que las lámparas perpetuas de los antiguos sepulcros carecían por lo general de pabilo, si bien Luis Vives afirma que, por el contrario, vio muchas con él. Por otra parte, Liceto se muestra firmemente convencido de que los pabilos pueden ser de tal naturaleza, que duren muchísimo tiempo y resistan el fuego, de modo que en vez de consumirse queden retenidos como por una cadena. Tomás Brown, al hablar de las lámparas perpetuas, colocadas en angostísimos recintos, dice que deben su virtud a la pureza del aceite sin emanaciones fuliginosas capaces de sofocar la llama, pues si las hubiese alimentado el aire, de seguro se consumiera el comburente.
                A este propósito pregunta dicho autor: “¿se ha perdido el arte de preparar este aceite inconsumible?” No por cierto, y el tiempo lo probará, aunque todo cuanto sobre ello escribimos ahora desapareciera como otras muchas verdades. Dice la ciencia que la observación y el experimento son sus únicos medios de investigación. Concedido. Pero ¿no son bastantes tres mil años de observación de hechos para demostrar las facultades ocultas del hombre? Y en cuanto a la experiencia, ¿qué mejor coyuntura que la deparada por los fenómenos modernos? En 1869, la Sociedad Dialéctica de Londres invitó a varias eminencias científicas a la investigación de los fenómenos. Véase cómo respondieron algunos de ellos: 424 Comentario al Epigrama 77.º del Libro IX de Marcial. 425 Atico. 426 De Defectu oraculorum.

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