jueves, 8 de septiembre de 2016

En memoria de mi abuelo García, dulzainero: La Spagna (Danza Alta) - Francisco de la Torre (c.1460 - c.1504)



En memoria de mi abuelo García (de nombre que no de apellido) fino dulzainero de fenotipo godo y de gran sensibilidad artística según mi abuela, ella me contaba que tenía siempre consigo un mamotreto con las obras de Garcilaso de la Vega. de joven se le aparecía la Virgen en los caminos de Castilla la Vieja, allá por la tierras de Pozaldez vino a Madrid, y en la capital murió loco.
Que Dios le tenga en la Gloría.

 

martes, 26 de julio de 2016

Tres aforismos sobre la inteligencia.

                             (todas las citas las presento con sus respectivas fuentes)                                                                           

Dante Durante Alighieri


Cuando a la inteligencia y a la fuerza se une la superioridad de la inteligencia, imposible es oponer resistencia alguna.
Dante Durante Alighieri (La divina comedia, -Infierno- canto XXXI.)

                                                                         
                                                                    Jaime Balmes

Cuanto más elevada es una inteligencia, menos ideas tiene, porque encierra en pocas las que, más limitadas, tiene distribuídas en muchas.
Jaime Balmes. (Filosofía fundamental. pág. 37. cap IV.


                                               
                                                                          Voltaire              
     
Dios ha dado la inteligencia al hombre para guiarlo por el buen camino y no para penetrar en la esencia de las cosas que Él ha creado.
Voltaire -Diccionario filosófico-

miércoles, 8 de junio de 2016

Tempestades de acero. El Romanticismo en la guerra y el Código del Samurai.

Ernest Junger, uno de los filósofos, escritores y novelista mas importante del siglo XX. con 16 años se alistó en la Legión Extranjera francesa, viajó por el  África francesa, la experiencia del arte de la guerra, el honor y el valor le marcó para siempre. Su obra es fundamental para conocer la personalidad de los hombres que vivieron la primera mitad del siglo XX.


Por fin me había alcanzado una bala. A la vez que percibía el balazo sentí que aquel proyectil me sajaba la vida. Mientras caía pesadamente sobre el suelo de la trinchera había alcanzado el convencimiento de que aquella vez todo había acabado, acabado de manera irrevocable. Y sin embargo, aunque parezca extraño, fue aquél uno de los poquísimos instantes de los que pueda decir que llegué ha ser feliz de verdad. En ese instante capté la estructura interna de la vida, como si un relampago la iluminase.

Ernest Jünger. Tempestades de acero. página 299.


                                                                         
Daidoji Yuzan. Escritor japonés, que floreció durante el período Edo, cuyo nombre completo era Daidoji Yuzan Shigesuke.

Un samurai debe ante todo tener constantemente en mente, día y noche, desde la mañana de Año Nuevo, cuando toma sus palillos para desayunar, hasta la noche del último día del año, en que paga sus facturas, el hecho de que un día ha de morir. Ésa es su principal tarea.
            Si es plenamente consciente de ello, podrá vivir conforme a la Vía de la Lealtad y del Deber Filial, evitando multitud de males y adversidades, se mantendrá libre de enfermedades y de la desgracia y, además, gozará de larga vida.
           También tendrá una personalidad distinguida  y con muchas cualidades admirables.
Daidoji Yuzan. El Código del Samurai. Introducción página I.

martes, 7 de junio de 2016

Tres aforismos sobre la maldad.

                                                                       
                                       
                           (todas las citas las presento con sus respectivas fuentes)

                                                                            Esopo
                                                                 

Por mucho que los malvados quieran hacernos creer en su bondad, su natural nos impide creerlos.
                                           -Esopo: Fábula 63. El ladrón y el lobo-


                                                                           
                                                                       Víctor Hugo

Asombra y extraña en la facilidad con que creen los malvados que todo les saldrá bien-
                         -Víctor Hugo: Los trabajadores del mar. Capítulo I, página 7-.

                                                                     
                                                                               
                                                                          Voltaire

Los malos son siempre desdichados; sirven para poner a prueba a los justos, pues no hay mal que de algún bien provenga.
                                             -Voltaire: Zadig, capítulo III, página 72-

lunes, 6 de junio de 2016

En memoria de la Arcadia de Don Armando Palacio Valdés.





                                                                               

                                                        Armando Palacio Valdés

Invocación

et in Arcadia ego.

¡Sí, yo también nací y viví en Arcadia! También supe lo que era caminar en la santa inocencia del corazón entre arboledas umbrías, bañarme en los arroyos cristalinos, hollar con mis pies una alfombra siempre verde. Por la mañana el rocío dejaba brillantes gotas sobre mis cabellos; al mediodía el sol tostaba mi rostro; por la tarde, cuando el crepúsculo descendía de lo alto del cielo, tornaba al hogar por el sendero de la montaña y el disco azulado de la luna alumbraba mis pasos. Sonaban las esquilas del ganado; mugían los terneros; detrás del rebaño marchábamos rapaces y rapazas cantando á coro un antiguo romance. Todo en la tierra era reposo; en el aire todo amor. Al llegar á la aldea, mi padre me recibía con un beso. El fuego chisporroteaba alegremente; la cena humeaba; una vieja servidora narraba después la historia de alguna doncella encantada, y yo quedaba dulcemente dormido sobre el regazo de mi madre.
                La Arcadia ya no existe. Huyó la dicha y la inocencia de aquel valle. ¡Tan lejano! ¡Tan escondido rinconcito mío! Y sin embargo, te vieron algunos hombres sedientos de riqueza. Armados de piqueta cayeron sobre ti y desgarraron tu seno virginal y profanaron tu belleza inmaculada. ¡Oh, si hubieras podido huir de ellos como el almizclero del cazador dejando en sus manos tu tesoro!
Muchos días, muchos años hace que camino lejos de ti, pero tu recuerdo vive y vivirá siempre conmigo. ¡Y aún no te he cantado, hermosa tierra donde vi por primera vez la luz del día! Mi musa circuló ya caprichosa y errante por todo el ámbito de nuestra patria. Navegó entre rugientes tempestades por el océano; paseó entre naranjos por las playas de Levante; subió las escaleras de los palacios y se sentó en la mesa de los poderosos; bajó á las cabañas de los pobres y compartió su pan amasado con lágrimas; se estremeció de amor por las noches bajo la reja andaluza; elevó plegarias al Altísimo en el silencio de los claustros; cantó enronquecida y frenética en las zambras.
                ¡Y aún no ha cantado á los héroes de mi infancia! ¡Aún no te ha cantado, magnánimo Nolo! ¡Ni á ti, intrépido Celso! ¡Ni á ti, ingenioso Quino! ¡Aún no ha caído á tus pies, bella Demetria, la flor más espléndida que brotó de los campos de mi tierra! Hora es de hacerlo antes que la parca siegue mi garganta.
                Viajero, si algún día escalas las montañas de Asturias y tropiezas con la tumba del poeta, deja sobre ella una rama de madreselva. Así Dios te bendiga y guíe tus pasos con felicidad por el principado.
                Y vosotras, sagradas musas, vosotras á quien rendí toda la vida culto fervoroso y desinteresado, asistidme una vez más. Coronad mis sienes que ya blanquean con el laurel y el mirto de vuestros elegidos, y que este mi último canto sea el más suave de todos. Haced, musas celestes, que suene grato en el oído de los hombres y que, permitiéndoles olvidar un momento sus cuidados, les ayude á soportar la pesadumbre de la vida.

jueves, 26 de mayo de 2016

Tres aforismos sobre la fe.

                                 (todas las citas las presento con sus respectivas fuentes)                    

     
                  
     Anatole France



No tengo fe, pero quisiera tenerla, porque opino que es el bien más precioso de que se puede disfrutar en este mundo.
Anatole France: Historia de Cómicos, página 204, capítulo X.   

        
   

 Philip James Bailey
   
La fe es la facultad más alta de la razón.
    Philip James Bailey: The Mysthie. página 13 

        


Fiódor Mijailovich Dostoievsk

El saber se convierte siempre en duda si no está fundamentado en última instancia por la fe. La fe y la oración son las que sostienen a toda la humanidad.
Fiódor Mijailovich Dostoievsk. Un adolescente, página 3.




domingo, 15 de mayo de 2016

Los últimos días de Carl Gustav Jung.




                                        Carl Gustav Jung en el lago de Zürich









Ruth Bailey relata a Miguel Serrano sus conversaciones de los últimos días con Jung. En una carta del 16 de Junio, diez días después de su muerte, le escribe. Durante los dos últimos días vivía ya en un mundo lejano y veía en él cosas maravillosas y soberbias que yo soy incapaz de de describir. A menudo sonreía y era feliz.Cuando nos sentamos por última vez en la terraza, hablo de un sueño beatífico que había tenido; dijo "Ahora conozco la verdad, y solo me resta saber una pequeña parte de ella. Cuando la conozca, estaré muerto.
            Después tuvo todavía otro sueño que me contó por la noche. En él vio un gigantesco bloque de piedra redondo que se hallaba sobre un elevado pedestal. Al pie de la piedra había grabada una inscripción: En conmemoración de tu totalidad y unidad" Ruth Bailey añade la siguiente observación personal. " Durante todos aquellos días yo debiera haber sabido que iba abandonarme. Probablemente yo lo sabía en mi interior, pero me lo ocultaba. Y eso estaba bien; de otro modo, apenas habría podido hacer lo que tenía que hacer con él. Sólo así me era posible velar junto a él día y noche.
Miguel Serrano, Mis reuniones con C.G. Jung. página 121.

                                                                         

                                                                    Miguel Serrano